Capítulo X














Ya las entregas se van espaciando, es que van escaseando las cosas pa contar, o es que quizás ya me esté acostumbrando a esta sociedad y sus rarezas, y algunas cosas dignas de llamarme la atención comiencen a pasar desapercibidas frente a mis ojos. Lo que importa es que no tengo que olvidarme del público que espera el próximo capítulo como "los cuentitos que me contaban antes de ir a dormir" como dijo uno de los lectores. Así que ahí vamos, se larga la décima entrega y a ver qué sapa.
Ya van cuatro meses, me muevo por la ciudad y sus alrededores como un ponja más (uno analfabeto, claro, si es que hay aunque sea alguno en esta islita de 120 millones de caripelas). Se vino el invierno se vino, y hace un frío de la hostia, lejos quedaron esos meses de eterno verano en que dormía en tarlipes y salía de noche en remera. Ahora un tornillo que ni te cuento, intenso y penetrante, pero eso sí, ¡las minas no se sacan la minifalda! Gorros de piel. orejeras, bufanda, botas altas, pero minifalda, qué locura, las veo pasar y se me achicharran las aceitunas... Es que acá la moda se respeta a rajatabla. Cuando empezó el otoño por ejemplo, exactamente, de un día para el otro a pesar de que seguía haciendo un calor sofocante, la gente cambió la ropa y se pusieron los gorros de piel y demás. Lo mismo pasó con las playas, un día desaparecieron las personas y los quirinchos, hasta las boyas donde yo me sentaba mar atróden, como si no se les ocurriera ir a la playa fuera del verano a pesar de los calores... ¡Qué gente más estructurada pordió!
Vamos a contar de mis últimos días de franco. El anteúltimo me pianté pa unas cascadas que vi en unos folletos. Un par de horas de tren hasta una región montañosa y de ahí un bondi todo parriba, hasta un pueblito escondido entre los cerros. Estaba nublado y hacía un ofri pero de aquellos. Llego a la cascada y estaba buena, finita pero larga, juguetona digamos. Me dispongo a bajar, ¡pero la única manera era en ascensor! Qué cosa che, con lo que me gusta trepar a mí... Bué, vamo en ascensor. ¡¡Lleeeno de ponjas esperando para tomarlo!! Muchos de ellos pendejos de las escuelas. Me imagino lo que será eso un fin de semana... Bueno, bajo por el ascensor, ponja mira con temor, y al salir me encuentro en un túnel de cemento. Camino oliendo la transpiración de tanta gente que se condensaba en mis dilatadas hornallas, y al fin salí para encontrarme frente a la cascada en un parapeto totalmente enrejado. ¡Qué chasco!
Pero el último franco tuve mi revancha. Volví a yirar por las montañas, pero en una región volcánica. Sonaba interesante. Me tomé cuatro trenes, el tercero uno chiquito de dos vagones que iba despacito subiendo en zigzag, palante y patrás. Después combiné con otro que también iba parriba, pero todo derecho, bien empinado. Los andenes inclinados en subida, el tren ya de por sí estaba torcido, y no tenía motor, sino un cable de acero que lo tironeaba. Así cinco estaciones hasta tomar un teleférico y más parriba. Y por fin llegué a una montaña humeante, con arroyos de agua gris caliente y humaredas hediondas que salían por entre las piedras. Por ahí me puse a caminar hasta llegar a un piletón de agua gris y burbujeante a 80 grados que despedía unos olores difíciles de respirar, pero ahí me quedé inspirando hondo un rato al recordar que de chiquito mi viejo en unas termas se ponía a respirar unos gases verdes que decía que hacían bien. Bueno, en un momento me empecé a marear y salí porque además no bancaba más ese olor. Resulta que por ahí encontré un cartel en inglés que decía algo así como: "Peligro, los gases que aquí se despiden contienen ácido sulfúrico y no me acuerdo qué otro más. No quedarse mucho tiempo en este sector. Prohibido el acceso a personas asmáticas, cardíacas, etc. Usted ingresa bajo su responsabilidad". ¡Qué lo parió! Siempre dando la nota con alguna cagada...
Después bajé en otro teleférico que me dejó en un lago que crucé en barco, linda el agüita, pero muchos turistas para mi gusto, entonces al llegar al puerto me fijé para donde iba la masa y me pianté pal otro lado. La cuestión es que encontré un camino de árboles de 400 años increíble y que terminé viendo el atardecer solo frente al lago en un lugar de película. Mando una foto de esos árboles, estuve un rato esperando que pasara alguien para sacármela conmigo incluido y comparar tamaños. Después al onsen, un onsen es un baño de aguas termales a los que los ponjas son muy adeptos. Entré y me tuve que poner en bolas, todos en bolas, la mayoría eran viejos, ¡pero la cuestión era que la pileta estaba a la intemperie! Entré recagándome de frío y el agua estaba tan caliente que me costó meterme, pero eso sí, en el resto de la noche no tuve más frío tanto era el calor volcánico que mi cuerpo había chupado.
Hay una anécdota que tendría que haber contado en el segundo capítulo y que siempre olvidé, así que va ahora. Ensayando con Yuki la primer semana, ella interrumpió el baile y señalando pabajo decía "choto, choto". "¿Qué querés con mi choto???" Le contesté. Resultó ser que choto es "poco", y me pedía que haga un paso más largo ¡jajaa!
Bueno hasta acá llegamo, vamo que nos vamo.
Un abrazo desde Tokyo,
Hernán
Traducciones del lunfardo:
Sapa: pasa
Caripelas: caras
De la hostia: exagerado
En tarlipes: desnudo
Tornillo: frío
Minas: mujeres
Aceitunas: testículos
Atróden: adentro
Me pianté: fui
Bondi: colectivo
Ofri: frío
Pendejos: chicos
Hornallas: fosas nasales
Mi viejo: mi padre
Cagada: macana
Ponerse en bolas: desnudarse


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